La "berlusconización" como estrategia
Jesús Maraña (10-10-09)
A menudo los pueblos actúan como esos niños cabrones que, de todo aquello que ven, sólo copian lo malo. Y si los pueblos funcionan así, ¿qué puede esperarse de sus representantes? Generalizar es mentir. No todos son iguales, pero sorprende la semejanza en las reacciones ante coyunturas más o menos similares. Abundan estos días en la prensa y en las tertulias los paralelismos entre la actitud del Partido Popular ante la carcoma de la corrupción y la de Silvio Berlusconi a la hora de afrontar lo que debería ser el principio de su final como político demagogo y populista. Si no fuera por la identidad de los protagonistas, costaría diferenciar los titulares ofrecidos por Il Cavaliere y los mensajes que lanzan Mariano Rajoy, Cospedal, Camps o Javier Arenas.
Anteanoche, Berlusconi se despachó con esta humilde sentencia: "Soy el hombre más perseguido de la Historia, porque soy el primer ministro y represento un dique para la izquierda italiana". Este individuo ha intentado desmantelar el Estado de Derecho en Italia con una ley que declaraba la inmunidad absoluta para sí mismo y (aunque sólo fuera por disimular) también para los presidentes de Congreso y Senado y para el presidente de la República. Pero resulta que el Tribunal Constitucional le ha parado los pies y ha tumbado esa vergonzosa ley, de modo que Berlusconi tendrá que someterse, como mínimo, a tres procesos judiciales por presunta corrupción, sobornos, competencia desleal y toda una ristra de delitos que en este papel no caben.
Lo que Berlusconi ha hecho para defenderse es simplemente atacar, sin importarle una higa la democracia, la justicia, la ética o el más mínimo respeto a la ciudadanía. Desde su punto de vista, los electores están para ser utilizados como una masa idiotizada que seguirá sus pasos sobre la base de una fe ciega capaz de perdonar los más ruines pecados.
¿Y tú quién eres?
Exactamente la misma estrategia, con modales sólo un poquito más finos, es la que vienen empleando los dirigentes del Partido Popular para esquivar, dilatar o aminorar los daños del escandaloso caso Gürtel. Si Cospedal se inventaba unas escuchas ilegales en agosto para que no se hablara del tesorero Luis Bárcenas, luego Rajoy hablaba de una "persecución política del Gobierno y la Fiscalía". Ayer mismo, Javier Arenas sacó a pasear de nuevo el caso Filesa, la financiación irregular del PSOE descubierta y condenada en los años noventa, para lanzar ese chulesco "¿quién eres tú para acusarme a mí?". Arenas juega con la desmemoria colectiva, puesto que, tratándose en ambos casos de delitos de financiación ilegal de idéntica gravedad, los inculpados por Filesa fueron apartados de sus cargos, cumplieron las sentencias y no se hicieron ricos. Los imputados del PP en la trama Gürtel han saqueado las arcas públicas no sólo para su partido sino para forrarse ellos mismos. En este sentido, Arenas podría utilizar como referencia más bien a Luis Roldán o a Mariano Rubio, y no a los de Filesa. Y Arenas sabe de lo que habla, como íntimo amigo que hasta veraneaba con Jesús Sepúlveda, ex alcalde de Pozuelo, imputado por haber recibido más de 400.000 euros de la Gürtel, actual asesor del propio Rajoy, receptor de un coche a nombre de su entonces esposa Ana Mato… En fin, que Arenas pierde fabulosas ocasiones de mantenerse callado.
Ahora bien, ya puestos a imitar modelos como el italiano, tan denostado por el resto de Europa, estaría bien no comportarse como niños cabrones y copiar también lo bueno. El Tribunal Constitucional de Roma ha tardado dos días sin sus noches en decidir si era o no constitucional la Ley Alfano. El TC español lleva tres años y medio largos estudiando un Estatut negociado por expertos constitucionalistas, aprobado por dos parlamentos y por el pueblo catalán. Es cierto que primero el PP y después el PSOE han dilatado el debate con sus recusaciones, pero también lo es que la presidenta no ha sabido ejercer la autoridad ni la capacidad negociadora que le correspondía. Y, metidos en la imitación positiva, ¿para cuándo se levantará aquí la inmunidad del Jefe del Estado, que contradice por completo la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley establecida también en la Constitución?
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